martes, 27 de agosto de 2013

¿ES LÍCITO SUFRIR DEPRESIÓN POSTVACACIONAL CON SEIS MILLONES DE PARADOS?

Hoy en día para el empleado es peor el infierno del desempleo y no poder pagar la hipoteca que la maldición divina de la vuelta al trabajo

Madrid. (Efe).- La actual situación de incertidumbre económica y laboral está haciendo que la sociedad acepte mejor el fin de las vacaciones porque, en una España con seis millones de parados, puede parecer incluso ridículo decir que uno sufre depresión postvacacional.

El presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, Antonio Cano, lo tiene claro: "Nunca ha tenido sentido publicar decenas de artículos de prensa sobre estrés o depresión postvacacional, cada año, al finalizar agosto; pero lo tiene aún menos en las circunstancias actuales de crisis económica".
En declaraciones Efe reconoce que es verdad que tras las vacaciones "nos cuesta readaptarnos a las exigencias de la actividad laboral, pero la depresión es una cosa mucho mas seria y tiene una definición precisa".
"Ni los psicólogos ni los psiquiatras tenemos pacientes aquejados de depresión postvacacional", comenta, para agregar que se trata de un tema "más mediático que clínico". "Nos cuesta volver a adaptarnos a los horarios, a las rutinas laborales, a la actividad laboral. Somos un país católico que se ha tomado muy en serio lo del trabajo como maldición divina. ¿Pero qué sucede si no tenemos trabajo? ¡Ah! Ésa es una maldición mucho peor...", ironiza el experto.
Leticia Borrego, médico del Servicio de Promoción de la Salud de Sanitas, afirma que "han cambiado las preocupaciones, colocándose el paro a la cabeza de ellas". "La situación laboral puede ser una fuente importante de estrés y, en este contexto, otros problemas que antes causaban temor han pasado a un segundo plano", comenta.
Por ello, asegura que se ha notado una menor incidencia de personas aquejadas de este síndrome en estos años, puesto que, dada la inestabilidad laboral, "no se está produciendo de una manera tan generalizada como antes".
"En la actualidad tener trabajo es una prioridad ya que si te quedas sin él no es fácil encontrar otro. Por eso, si lo tienes no te importa tanto volver de las vacaciones porque tu objetivo final es conservarlo", subraya la doctora, quien reconoce, sin embargo, que el hecho de "estar más presionado" agudiza el estrés.
El psiquiatra Arturo San Román, del Centro Médico Gran Vía, cree que el trastorno postvacacional no está en extinción. "Los seres humanos no son animales en estímulo y respuesta", y su reacción no depende tanto de que otros lo estén pasando mal como "de la personalidad y las situaciones que la persona enfrente".
San Román opina que "la respuesta no es única" y cada uno sufre con mayor o menor intensidad la vuelta al trabajo, si bien un contexto de crisis es la ocasión perfecta para "luchar buscando y creando posibilidades", y para "ser emprendedor y creativo".
Los especialistas recalcan que el estrés laboral es un problema que hay que tomar en serio, pues acarrea problemas graves de salud, pero también saben que "la probabilidad de sufrir una depresión es 2,2 veces más alta en parados que en personas que tienen un empleo", matiza Cano.
El análisis de las cifras de estrés laboral antes y después de la crisis arroja dos resultados: por un lado aumenta el estrés laboral y, por otro, sube la satisfacción con el empleo. ¿Es contradictorio? En época de apretarse el cinturón, parece que no.
Hoy en día para el empleado es peor el infierno del paro y no poder pagar la hipoteca que la maldición divina de la vuelta al trabajo. Un estudio (The mental health risks of economic crisis in Spain), realizado con casi 14.000 pacientes de toda España, reveló un aumento del 19,4% de depresión grave en las consultas de Atención Primaria, al comparar una España con 5 millones de parados con la de 2006, en la que había 2 millones.
El riesgo de trastorno depresivo mayor fue 1,72 veces superior en caso de desempleo, 2,12 cuando había problemas de pago de hipoteca y 2,95 en caso de desahucio. Los expertos no niegan que al incorporarnos de nuevo al trabajo se puede sufrir una reacción de estrés.
En general, este estresor no es muy intenso para la gran mayoría de las personas, que pueden ver con preocupación, o incluso con ilusión, su actividad. El cambio de hábitos exige un esfuerzo para volver a los horarios habituales o para mantener la atención centrada en las tareas que nos ocupan y enfrentarnos con obligaciones supone un aumento de ansiedad, ante la posibilidad de obtener un resultado negativo.
Así, el rendimiento, la motivación o el interés en los primeros días pueden ser un poco más bajos de lo habitual, el cansancio puede surgir más fácilmente y el estado de ánimo puede decaer. De hecho, en las encuestas seis de cada diez trabajadores responden que han sufrido esta "depre" pero, para casi la mitad de los consultados los síntomas desaparecen en tan sólo unos días. 


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