Esta entrada ha sido
escrita por Pau Gasol, Embajador de UNICEF.
A finales de julio estuve en el norte de
Irak conociendo la realidad de los niños de Siria que ahora viven como
refugiados en otro país. Tras esta experiencia, pocas situaciones se me antojan
tan duras para un niño como sufrir una guerra en su país: ver morir a personas
a las que quieren, vivir la violencia, el terror de bombas en su escuela o en
su barrio, huir en medio de la noche con nada más que lo que la familia pueda
cargar sobre sus hombros o un coche, entrar en otro país en busca de auxilio y
depender de la ayuda humanitaria para poder seguir viviendo.
Esto es lo que han sufrido los niños que conocí en Irak. En
muchos de ellos, la mirada y el gesto hablan sin palabras y con mucha claridad
del dolor que les persigue. Cuentan que una bomba cercana o un ataque a la
puerta de casa llevó a la familia a escapar y, si les preguntas qué quieren
para el futuro, esto es lo que dicen: “que acabe la guerra y que podamos volver
a nuestra escuela”. De hecho, hay niños que no quieren ir a las aulas del campo
de refugiados, porque lo que quieren es volver a SU escuela. Mientras, sus
padres, armados de fortaleza y de amor por sus hijos, luchan por una
estabilidad que garantice que tienen para comer, crecer sanos e ir a la
escuela, que es lo que tenían antes de la guerra.
El campo de refugiados que visité, Domiz, según me explicaron, se
levantó en la primavera de 2012 con la previsión de acoger a 15.000 personas,
pero ahora hay más de 45.000 dependiendo de la ayuda humanitaria en este campo
y se están abriendo nuevos campamentos. Fuera de ellos hay miles de sirios que
se establecen en ciudades, como la familia Abdallah, con la que estuve en
Dohuk. No tienen medio de vida y las organizaciones humanitarias no pueden
llegar a todos ellos porque no saben dónde están la mayoría de estas familias.
En las últimas semanas he seguido las
noticias que hablan de una gran oleada de refugiados llegando a Irak, y de una
guerra que sigue adelante. He escuchado a los máximos responsables de UNICEF y
de ACNUR decir que es una vergüenza que ya haya un millón de niños de Siria que viven como refugiados.
Las necesidades son tan grandes que las agencias humanitarias de las
Naciones Unidas han hecho el mayor llamamiento de su historia. Hay más de
cuatro millones de niños afectados, dentro y fuera de Siria. Me pregunto cuál
será su futuro…de aquellos que ya cumplen más de dos años de guerra dentro de
su país, de los que se convertirán en adultos en un campo de refugiados, y de
aquellos a los que la ayuda humanitaria no está llegando.
Es devastador lo que sigue ocurriendo en
Siria, alguien tiene que proteger a su gente y a sus niños. Este conflicto debe
acabar. Y aún cuando termine, ¿qué futuro espera a los niños que han sufrido
esta guerra? ¿Podrán regresar a su país? ¿Seguirán como refugiados en otros
países? ¿Olvidarán alguna vez el terror y las carencias que han vivido?
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