El catedrático de
Bioquímica de la
Universidad de Oviedo coordina uno de los proyectos genoma
del cáncer, una ambiciosa estrategia para luchar contra la enfermedad
Científicos de doce países trabajan en el Consorcio
Internacional del genoma del Cáncer, una iniciativa en equipo de gobiernos y
grupos científicos de cuatro continentes que trata de secuenciar el genoma de
los cincuenta tipos de cáncer con mayor impacto social (mama, cerebro,
páncreas, hígado, riñón..). Se buscan las pistas genéticas para acorralar la
enfermedad. En España el investigador Carlos López-Otín coordina desde la Universidad de Oviedo
el proyecto genoma de la leucemia. En Madrid, invitado por la Fundación BBVA , ha
explicado la «apabullante complejidad» de la leucemia y los avances en
investigación del envejecimiento, dos disciplinas a las que ha consagrado su
trabajo científico..
-Cuanto
más se averigua de la leucemia, más complejo parece el problema. ¿No resulta
desesperante dar nuevos pasos que conducen a un nuevo rompecabezas, a un nuevo
callejón sin salida?
-No lo veo así . Los
proyectos de genoma nos indican que la información que teníamos hasta ahora era
muy limitada y fragmentaria. Por eso estábamos llegando a un punto que no
podíamos progresar en el desarrollo de nuevos tratamientos, no solo para la
leucemia sino para otros tumores que hoy no son accesibles. Por eso cualquier
gen nuevo que se descubre como diana recurrente de mutaciones en un proyecto
genoma del cáncer es muy bienvenido y es recibido con optimismo. Nos habla de
una nueva debilidad del cáncer. Hasta ahora nuestra primera mirada se dirigía a
la búsqueda de mutaciones conductoras que son las que, en teoría, son
esenciales para el progreso del cáncer. Trabajos muy recientes están empezando
a demostrar que la otra categoría de mutaciones que llamamos pasajeras y que
casi las estábamos descartando porque no eran esenciales en la progresión del
cáncer también pueden ser dianas terapéuticas. Estas mutaciones también
ayudarán a descubrir debilidades de los tumores. Todo esto está proporcionando
una información extraordinaria, nuevos genes, nuevas mutaciones, nuevas dianas
terapéuticas, nuevos procedimientos diagnósticos..., y todo en un paisaje de
gran complejidad que, no hay que ocultar, todavía hay que entender.
-Cuando
se puso en marcha el proyecto de genoma de la leucemia, la ministra de Ciencia,
entonces Cristina Garmendia, prometió fondos para que tuviera una aplicación lo
más rápida posible. ¿Se ha cumplido la promesa?
-Los fondos de los que
dispone el consorcio LLC en España son los que nos asignaron al principio y
esos fondos se han mantenido, incluso con el cambio de Gobierno. La secretaria
de Estado de Investigación ha garantizado su apoyo, al menos, hasta el final
del proyecto, dentro de año y medio. Después será el momento de discutir qué
dimensiones puede tener este tipo de proyectos. Puede necesitar una
implementación clínica adicional y puede que necesite nuevos fondos para
complementar los estudios. De momento, los recortes no afectan a este proyecto
concreto.
-De
momento, no hay recortes en los genomas del cáncer , pero usted sí ha deslizado
críticas sobre las restricciones presupuestarias que sufre la Uuniversidad.
-Bueno he hecho alguna
llamada de atención. Es cierto que la financiación global de la ciencia en
España se ha visto recortada y mermada. Con mi llamada de atención quiero que
recordemos que las universidades necesitan seguir manteniendo y recibiendo
apoyo porque es donde están las canteras de la ciencia, el lugar donde se
forman los científicos del futuro. Si los grupos pequeños no reciben
financiación y dejan de practicar una investigación que puede parecer modesta
pero es muy rigurosa, se anulará su capacidad de formar una nueva generación de
científicos.
-¿El
número de publicaciones científicas de las Universidades debería ser el baremo
para recibir financiación?
-No es suficiente baremo.
Puede ocurrir que solo reciban financiación las elites o los grandes centros
donde se agrupan los grandes científicos. Insisto en que hay grupos pequeños
que realizan labores muy destacadas y hay que ser muy cuidadosos con los
recortes. Se puede perder el hilo conductor de la ciencia.
-Volvamos
al cáncer. Cáncer y envejecimiento están íntimamente relacionados. ¿El cáncer
es el precio que debemos pagar por vivir más?
-Es uno de los precios que
pagamos. Está claro que en las sociedades desarrolladas se vive más y hay mas
oportunidades para que se produzcan acontecimientos fundamentales en el cáncer
que es la acumulación de daño genético o epigenético. Vivimos más, acumulamos
más daños en el genoma o epigenoma y tenemos más posibilidades de desarrollar
tumores. Al mismo tiempo, aprendemos más y conocemos mejor los mecanismos y podremos
desarrollar estrategias para que los binomio de la vida sigan funcionando.
-Antes
la búsqueda de la inmortalidad era una ocupación de charlatanes. Hoy grandes
grupos de investigación buscan tratamientos antienvejecimiento, pero los pasos
que se dan en el laboratorio no parecen llegar a la clínica.
-La ciencia del
envejecimiento y de la longevidad es una ciencia en construcción . Creo que,
sin duda, proporcionará claves para que se pueda vivir mejor. Para vivir más,
antes tenemos que entender muy bien cuáles son los mecanismos y cómo se puede
intervenir sobre ellos. Así, tal vez, se pueda buscar un camino para prolongar
la vida. No creo que a corto plazo haya un cambio extraordinario en este
sentido. En distintos campos se están produciendo avances significativos que se
basan en la idea de que si bien el envejecimiento es evolutivamente inexorable,
la longevidad es plástica y por tanto se puede manejar a través de tres vías
fundamentales: cambios o estudios genéticos, reprogramaciones epigenéticas y
tratamientos farmacológicos. Son intervenciones directas y muchas de ellas
están relacionadas con los estilos de vida. Los secretos están en el genoma y
en la manera en la que el genoma dialoga con el ambiente. Y esto hace que la
longevidad pueda ser plástica o menos plástica. Al menos, hasta alcanzar los 122
años que es el máximo que un ser humano ha vivido. En las últimas estadísticas
ha aumentado de una manera extraordinaria el número de centenarios. No parece
difícil llegar a los cien años. Sin embargo, no está aumentando de la misma
manera el porcentaje de «supercentenarios», personas que pasan de los 110.
-¿Qué
habrá que hacer para superar esa barrera?
-Probablemente para dar
este paso adicional haya que realizar una intervención. No bastará con mejorar
la calidad de vida, tratar bien las infecciones o controlar las enfermedades
cardiovasculares. Todo esto ha funcionado para alcanzar la categoría de
centenario pero no la del supercentenario. Ahí está el terreno de la ciencia.
Y, desde luego, hay intervenciones muy interesantes en marcha, lo que sucede es
que deben estar sometidas a un escrutinio que pueden tener resultados
contradictorios, como ha pasado con la teoría de la restricción calórica.
-La
idea de que comer poco alarga la vida parecía la teoría más asentada y acaba de
derrumbarse en una nueva investigación. ¿Debemos verlo como un fracaso?.
-Uno de los objetivos de
la ciencia del envejecimiento es precisamente arbitrar estrategias basadas en
mecanismos moleculares que permitan mejorar la calidad de vida. En este
sentido, la restricción calórica, sí funciona. En ese estudio, se vio cómo los primates
sometidos a una dieta muy baja en calorías mejoraban su calidad de vida. Y esto
es un hallazgo muy interesante. Se había observado en otros animales de
laboratorio, pero no en organismos tan próximos a nosotros. De todas formas,
todo esto está sometido a un escrutinio continuo y ya veremos los resultados.
-¿En
su opinión cuál es la opción más prometedora?
-Creo en la búsqueda de
miméticos de las rutas de control metabólico, sustancias que induzcan procesos
beneficiosos para la salud. En mi laboratorio, estamos explorando las
conexiones entre inflamación y envejecimiento para comprobar si estrategias
antiinflamatorias pueden extender la longevidad.
http://www.abc.es/sociedad/20121216/abci-carlos-otin-entrevista-201212152226.html