Alemania se despide con la entrada en 2013 del copago sanitario, una fórmula impopular entre el ciudadano y el sector médico, que fue introducida en 2004 para paliar el déficit de la Sanidad y moderar las visitas a los especialistas del hasta entonces mimado contribuyente alemán.
El gobierno de Angela Merkel aprobó hace dos meses la supresión del copago, implantado por su predecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder, por el que el ciudadano pagaba 10 euros por trimestre, adicionales a su cuota, por acudir a consultas médicas o dentistas.
La supresión entrará en vigor el 1 de enero, coincidiendo con el arranque de un año electoral en que Merkel aspira a su reelección, en las generales del próximo septiembre, lo que hizo que fuera tachada de oportunista desde las filas de la oposición.
La medida ha sido recibida con alivio general por el contribuyente común y también por los médicos, que con el régimen de copago se vieron obligados a asumir tareas burocráticas adicionales.
Los 10 euros se pagaban en la primera visita trimestral a una consulta, que además de extender el recibo correspondiente emitía los sucesivos volantes al paciente para cualquier otra cita, con cualquier médico, en ese mismo trimestre natural.
Ese pago único no revertía en ganancias adicionales para el médico, que era mero administrador de una cuota que debía transferir a la mutua correspondiente, en tanto que su destino era paliar el, hasta entonces, déficit sanitario acumulado.
Se trataba de una fórmula de aplicación compleja, orientada a reparar los enormes costes derivados de un sistema sanitario que integraba más de 300 mutuas, que a menudo competían entre sí para ganarse el favor del paciente, especialmente el de altos ingresos.
Ocho años de copago
Schröder introdujo ese sistema como puntal de una reforma sanitaria que en paralelo recortó numerosas prestaciones, en medio del multimillonario déficit generado por las malas prácticas de la llamada "sanidad a la carta".
A la reforma del gobierno roji-verde de Schröder siguieron otros ajustes, ya con Merkel en el poder, así como un proceso de reducción de mutuas adscritas al sistema público, hasta las actuales 150.
El puntal de Schröder fue el copago sanitario, el de Merkel fue la creación de un fondo o bolsa común sanitaria, a la que van a parar todas las cuotas al seguro obligatorio y de la que salen luego las partidas más o menos equitativas a cada mutua.
De esa bolsa común deberán salir ahora los 2.000 millones de euros que dejarán de recaudarse con la supresión del copago.
Con la creación del fondo común se frenó, además, la competencia entre las mutuas por atraerse al contribuyente "rico" y se compensó el déficit de las grandes aseguradoras públicas -únicas obligadas a admitir a todo ciudadano, incluidos desempleados crónicos-.
Se pasó, además, de una situación de déficit considerada endémica al actual superávit que ha apuntalado la supresión del copago.
Alemania está en la órbita de los países de la UE en que la cuota de la Sanidad pública es compartida entre el trabajador y su patrono, en el caso de la población laboralmente activa, o del sistema social público, entre los desempleados o jubilados.
La cuota al seguro obligatorio se sitúa en el 15,2 %, algo por encima de la media comunitaria -un 14,4 %-, pero al contribuyente le queda al menos la compensación de estar entre los ciudadanos de la UE exentos del copago.
En la mayoría de los Veintisiete, los gastos médicos son compartidos entre los sistemas públicos, las aportaciones de las compañías privadas y los pagos directos de los pacientes, aunque en proporciones variables.
No todos los servicios sanitarios son públicos
No vuelven los alemanes, en cambio, a su antiguo estatus de "mimados" por la Sanidad pública, ya que algunas de las prestaciones a que tuvieron derecho en el pasado -tratamientos dentales, gafas, lentes de contacto o medicinas alternativas- quedaron para siempre erradicadas de la lista de servicios a que tienen derecho.
Esta por ver si también se ha logrado la deseada reeducación del ciudadano para evitar que acuda al especialista por mero criterio intuitivo, ya que la elección de la consulta sigue siendo libre.
Un 97% de los ciudadanos declaraba, en una encuesta publicada esta semana por el instituto Forsa, su convicción de que no acudirá más a menudo al médico ahora que ya no debe pagar los 10 euros.
Apenas un 7% afirmaba haber postergado su visita al médico hasta principios de año para ahorrarse ese pago único.
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