Las labores de limpieza del
Gobierno se estancan mientras los trabajadores y los residentes sufren
Los trabajadores de muchas curtidurías de cuero del barrio de
Hazaribagh de Dhaka, la capital de Bangladesh, entre ellos niños de hasta 11
años, se enferman debido a que se exponen a sustancias químicas peligrosas y
resultan heridos en horribles accidentes en el lugar de trabajo, señaló Human
Rights Watch en un informe publicado hoy. Las curtidurías, que exportan cuero
por valor de cientos de millones de dólares para productos de lujo alrededor
del mundo, vierten sustancias contaminantes a las comunidades que las rodean.
El informe de
101-páginas, “Toxic Tanneries: The Health Repercussions of Bangladesh’s
Hazaribagh Leather” (Curtidurías tóxicas: Las repercusiones para la salud del
cuero de Hazaribagh de Bangladesh) documenta las crisis de salud y seguridad
entre los trabajadores de estos establecimientos, tanto hombres como mujeres,
que incluye enfermedades cutáneas y respiratorias provocadas por la exposición
a los productos químicos para curtir, y amputaciones de extremidades provocadas
por accidentes con maquinaría peligrosa. Los residentes del barrio de
Hazaribagh se quejan de dolencias como fiebres, enfermedades de la piel,
problemas respiratorios y diarrea, provocados por la contaminación extrema de
la atmósfera, el agua y el suelo por las curtidurías. El Gobierno no ha
protegido el derecho a la salud de los trabajadores y los residentes, ha dejado
de aplicar constantemente las leyes laborales y ambientales en Hazaribagh y ha
ignorado las órdenes del Tribunal Superior de limpieza de estas curtidurías.
“Las
curtidurías de Hazaribagh inundan el medio ambiente con sustancias químicas
dañinas”, dijo Richard Pearshouse, investigador superior en
la división de salud y
derechos humanos de Human Rights Watch. “Mientras el Gobierno adopta
una estrategia de no intervención, los residentes locales se enferman y los
trabajadores sufren a diario a causa de la exposición a las sustancias químicas
peligrosas de las curtidurías”.
Los funcionarios del Gobierno dijeron a Human Rights Watch que no aplican las leyes ambientales o laborales en el contexto de las curtidurías de Hazaribagh, que constituyen alrededor del 90 por ciento de las curtidurías de Bangladesh. Las curtidurías de Hazaribagh emplean a 15.000 trabajadores.
Los funcionarios del Gobierno dijeron a Human Rights Watch que no aplican las leyes ambientales o laborales en el contexto de las curtidurías de Hazaribagh, que constituyen alrededor del 90 por ciento de las curtidurías de Bangladesh. Las curtidurías de Hazaribagh emplean a 15.000 trabajadores.
En palabras
de un alto funcionario del Departamento de Medio Ambiente de Bangladesh: “No
estamos haciendo nada por Hazaribagh”.La pasividad del Gobierno se debe al
entendimiento tácito del Departamento de Medio Ambiente de no aplicar las leyes
ambientales en Hazaribagh, mientras el Gobierno planea la reubicación de las
curtidurías, y al hecho de que la Inspección de Trabajo carece de personal y da
prioridad a las buenas relaciones con los gerentes. En virtud del derecho
internacional, el Gobierno tiene la obligación de adoptar medidas razonables
para proteger el derecho a la salud de todos los habitantes de su territorio
nacional.
En la década
que va desde 2002, el valor de las exportaciones de cuero de Bangladesh ha
crecido una media de $41 millones al año. Desde junio de 2011 hasta julio de
2012, Bangladesh exportó alrededor de US$663 millones de cuero o productos de
cuero, como calzado. Este cuero se exporta a unos 70 países de todo el mundo,
aunque principalmente a China, Corea del Sur, Japón, Italia, Alemania, España y
Estados Unidos.
Jahaj, de 17
años, lleva trabajando en una curtiduría desde los 12 años. Padece asma, así
como erupciones, picores y quemaduras de ácido. A Jahaj no le gusta
especialmente trabajar en las fosas que contienen las pieles y muchas de las
sustancias químicas diluidas que se emplean para curtirlas. “El agua de las
fosas tiene ácido, que me quema cuando me toca la piel”, dijo a Human Rights
Watch. “Cuando tengo hambre, el ácido no importa: tengo que comer”.
Los
trabajadores dijeron a Human Rights Watch que muchas curtidurías no suministran
equipo de protección suficiente o apropiado, ni formación para trabajar con
sustancias químicas dañinas y maquinaria desfasada. Algunos gerentes
niegan permisos por enfermedad o compensación a los trabajadores que se
enferman o resultan heridos en el trabajo, lo que viola la legislación de
Bangladesh.
Human Rights
Watch entrevistó a niños, algunos de hasta 11 años, que trabajaban en
curtidurías. Participaban en tareas peligrosas, como remojar las pieles en
sustancias químicas, cortar las pieles curtidas con cuchillas y operar
maquinarias peligrosas. Las mujeres y las niñas dijeron que les pagaban comparativamente
menos que a los hombres y que, además de su propio trabajo, también tienen que
realizar tareas de las que se encargan normalmente los hombres.
Las aguas
residuales que se vierten por los suelos de las curtidurías a las alcantarillas
abiertas de Hazaribagh y finalmente al principal río de Dhaka contienen, entre
otras sustancias, carne animal, ácido sulfúrico, cromo y plomo. El Gobierno
calcula que cada día se derraman alrededor de 21.000 metros cúbicos
de sustancias no tratados en Hazaribagh. Los funcionarios del Gobierno y los
representantes del sector del curtido dijeron a Human Rights Watch que ninguna
curtiduría de Hazaribagh cuenta con una planta para tratar sus residuos, que
pueden contener concentraciones de contaminantes miles de veces superiores a lo
permitido por la ley.
Desde 2001,
el Gobierno ha ignorado un fallo de la División del Tribunal Superior de la
Corte Suprema de Bangladesh que le ordena asegurarse de que las curtidurías de
Hazaribagh instalen sistemas adecuados de tratamiento de residuos. El Gobierno
ha solicitado extensiones de la orden de 2009 del Tribunal Superior de
trasladar las curtidurías de Hazaribagh fuera de Dhaka, y posteriormente ignoró
la orden cuando se venció la extensión. Un plan del Gobierno de reubicar las
curtidurías a un emplazamiento específico fuera de Dhaka antes de 2005 se ha
enfrentado a numerosos retrasos burocráticos. Mientras tanto, las dos
principales asociaciones de curtidurías del país continúan reclamando una
compensación aún mayor por la reubicación que la cantidad acordada inicialmente
con el Gobierno.
“En la
práctica, las curtidurías de Hazaribagh operan en una zona donde no se aplica
la ley y el Gobierno ha ignorado una y otra vez los plazos para resolver el
problema”, dijo Pearshouse. “Las empresas extranjeras que importan cuero
producido en Hazaribagh deben asegurarse de que sus proveedores no están
violando las leyes sobre salud y seguridad o envenenando el medio ambiente”.