martes, 9 de octubre de 2012

DIVULGATIVOS: BANGLADESH: LAS CURTIDURÍAS DAÑAN A LOS TRABAJADORES Y ENVENENAN A LAS COMUNIDADES


Las labores de limpieza del Gobierno se estancan mientras los trabajadores y los residentes sufren
Los trabajadores de muchas curtidurías de cuero del barrio de Hazaribagh de Dhaka, la capital de Bangladesh, entre ellos niños de hasta 11 años, se enferman debido a que se exponen a sustancias químicas peligrosas y resultan heridos en horribles accidentes en el lugar de trabajo, señaló Human Rights Watch en un informe publicado hoy. Las curtidurías, que exportan cuero por valor de cientos de millones de dólares para productos de lujo alrededor del mundo, vierten sustancias contaminantes a las comunidades que las rodean.
El informe de 101-páginas, “Toxic Tanneries: The Health Repercussions of Bangladesh’s Hazaribagh Leather” (Curtidurías tóxicas: Las repercusiones para la salud del cuero de Hazaribagh de Bangladesh) documenta las crisis de salud y seguridad entre los trabajadores de estos establecimientos, tanto hombres como mujeres, que incluye enfermedades cutáneas y respiratorias provocadas por la exposición a los productos químicos para curtir, y amputaciones de extremidades provocadas por accidentes con maquinaría peligrosa. Los residentes del barrio de Hazaribagh se quejan de dolencias como fiebres, enfermedades de la piel, problemas respiratorios y diarrea, provocados por la contaminación extrema de la atmósfera, el agua y el suelo por las curtidurías. El Gobierno no ha protegido el derecho a la salud de los trabajadores y los residentes, ha dejado de aplicar constantemente las leyes laborales y ambientales en Hazaribagh y ha ignorado las órdenes del Tribunal Superior de limpieza de estas curtidurías.
“Las curtidurías de Hazaribagh inundan el medio ambiente con sustancias químicas dañinas”, dijo Richard Pearshouse, investigador superior en la división de salud y derechos humanos de Human Rights Watch. “Mientras el Gobierno adopta una estrategia de no intervención, los residentes locales se enferman y los trabajadores sufren a diario a causa de la exposición a las sustancias químicas peligrosas de las curtidurías”.
Los funcionarios del Gobierno dijeron a Human Rights Watch que no aplican las leyes ambientales o laborales en el contexto de las curtidurías de Hazaribagh, que constituyen alrededor del 90 por ciento de las curtidurías de Bangladesh. Las curtidurías de Hazaribagh emplean a 15.000 trabajadores.
En palabras de un alto funcionario del Departamento de Medio Ambiente de Bangladesh: “No estamos haciendo nada por Hazaribagh”.La pasividad del Gobierno se debe al entendimiento tácito del Departamento de Medio Ambiente de no aplicar las leyes ambientales en Hazaribagh, mientras el Gobierno planea la reubicación de las curtidurías, y al hecho de que la Inspección de Trabajo carece de personal y da prioridad a las buenas relaciones con los gerentes. En virtud del derecho internacional, el Gobierno tiene la obligación de adoptar medidas razonables para proteger el derecho a la salud de todos los habitantes de su territorio nacional.
En la década que va desde 2002, el valor de las exportaciones de cuero de Bangladesh ha crecido una media de $41 millones al año. Desde junio de 2011 hasta julio de 2012, Bangladesh exportó alrededor de US$663 millones de cuero o productos de cuero, como calzado. Este cuero se exporta a unos 70 países de todo el mundo, aunque principalmente a China, Corea del Sur, Japón, Italia, Alemania, España y Estados Unidos.
Jahaj, de 17 años, lleva trabajando en una curtiduría desde los 12 años. Padece asma, así como erupciones, picores y quemaduras de ácido. A Jahaj no le gusta especialmente trabajar en las fosas que contienen las pieles y muchas de las sustancias químicas diluidas que se emplean para curtirlas. “El agua de las fosas tiene ácido, que me quema cuando me toca la piel”, dijo a Human Rights Watch. “Cuando tengo hambre, el ácido no importa: tengo que comer”.
Los trabajadores dijeron a Human Rights Watch que muchas curtidurías no suministran equipo de protección suficiente o apropiado, ni formación para trabajar con sustancias químicas dañinas y maquinaria desfasada.  Algunos gerentes niegan permisos por enfermedad o compensación a los trabajadores que se enferman o resultan heridos en el trabajo, lo que viola la legislación de Bangladesh.
Human Rights Watch entrevistó a niños, algunos de hasta 11 años, que trabajaban en curtidurías. Participaban en tareas peligrosas, como remojar las pieles en sustancias químicas, cortar las pieles curtidas con cuchillas y operar maquinarias peligrosas. Las mujeres y las niñas dijeron que les pagaban comparativamente menos que a los hombres y que, además de su propio trabajo, también tienen que realizar tareas de las que se encargan normalmente los hombres.
Las aguas residuales que se vierten por los suelos de las curtidurías a las alcantarillas abiertas de Hazaribagh y finalmente al principal río de Dhaka contienen, entre otras sustancias, carne animal, ácido sulfúrico, cromo y plomo. El Gobierno calcula que cada día se derraman alrededor de 21.000 metros cúbicos de sustancias no tratados en Hazaribagh. Los funcionarios del Gobierno y los representantes del sector del curtido dijeron a Human Rights Watch que ninguna curtiduría de Hazaribagh cuenta con una planta para tratar sus residuos, que pueden contener concentraciones de contaminantes miles de veces superiores a lo permitido por la ley.
Desde 2001, el Gobierno ha ignorado un fallo de la División del Tribunal Superior de la Corte Suprema de Bangladesh que le ordena asegurarse de que las curtidurías de Hazaribagh instalen sistemas adecuados de tratamiento de residuos. El Gobierno ha solicitado extensiones de la orden de 2009 del Tribunal Superior de trasladar las curtidurías de Hazaribagh fuera de Dhaka, y posteriormente ignoró la orden cuando se venció la extensión. Un plan del Gobierno de reubicar las curtidurías a un emplazamiento específico fuera de Dhaka antes de 2005 se ha enfrentado a numerosos retrasos burocráticos. Mientras tanto, las dos principales asociaciones de curtidurías del país continúan reclamando una compensación aún mayor por la reubicación que la cantidad acordada inicialmente con el Gobierno.
“En la práctica, las curtidurías de Hazaribagh operan en una zona donde no se aplica la ley y el Gobierno ha ignorado una y otra vez los plazos para resolver el problema”, dijo Pearshouse. “Las empresas extranjeras que importan cuero producido en Hazaribagh deben asegurarse de que sus proveedores no están violando las leyes sobre salud y seguridad o envenenando el medio ambiente”.