Comienza en Madrid el juicio por la muerte de dos mujeres,
esposas de trabajadores de la fábrica de Uralita en Madrid, que fallecieron por
un tipo de cáncer relacionado con el contacto al amianto.
Milagros Sánchez no sabía que
cuando cada día lavaba la ropa de trabajo de su marido estaba firmando su
sentencia de muerte. Daniel, su esposo, trabajó en la fábrica de Uralita en
Getafe, en la que se manipulaba amianto, durante años. Los dos fallecieron por
enfermedades relacionadas con el contacto con este mineral; primero él, en
1983, este mismo año, ella.
Ayer comenzó en Madrid el juicio en el que la familia de
Milagros y la de otra esposa de un trabajador de Uralita en Getafe, junto con la Asociación de Víctimas
del Amianto de Madrid, piden que se declare a la empresa responsable de sus
muertes por no haber puesto las medidas de seguridad necesarias ni advertir a
los empleados y reclaman indemnizaciones para las familias. “Queremos justicia,
sobre todo porque tenían conocimiento de ello y no hicieron nada”, denuncian
las hijas de Milagros y Daniel, Mila y Susana. La familia de la otra víctima no
quiere hacer público el caso porque su marido lo desconoce: “Está enfermo y no
quieren que se entere que su mujer ha muerto y que cargue con esa culpa”, dice
gente cercana.
El contacto con el amianto está relacionado con enfermedades
respiratorias y distintos tipos de cáncer, como el de pleura o el mesotelioma,
que fue precisamente la causa de la muerte de estas dos mujeres. A pesar de que
sus efectos nocivos sobre la salud se conocen desde comienzos del siglo pasado,
España no prohibió su uso y extracción hasta 2001. La extrema facilidad con la
que este mineral se desprende y transporta hizo que no sólo los trabajadores
estuvieran expuestos a él, sino también sus familias. Es así como lavar y
sacudir la ropa de trabajo se convirtió para muchas mujeres, sin saberlo, en
una actividad letal.
Fuentes sindicales aseguran que desde los años sesenta ya
existía legislación con medidas preventivas sobre el manejo y tratamiento de
sustancias como el amianto que Uralita y otras empresas ignoraron. "Por
ejemplo, los monos de trabajo no debían llevar bolsillos y sí llevaban. Ni
siquiera había guantes para todos y no se usaban mascarillas. La gente se
comían el bocadillo encima de los sacos de amianto, nadie les advertía",
cuentan.
No hay datos de cuántos trabajadores han podido desarrollar
enfermedades o fallecer a causa del contacto con el amianto, ni mucho menos de
cuántas mujeres. "Según nuestra experiencia, cada diez trabajadores
enfermos hay una mujer enferma. Hay casos en los que el marido sigue vivo,
aunque enfermo, y su mujer ha muerto por alguna de estas enfermedades",
explica Juan Carlos Paúl, presidente de la Asociación de Víctimas
de Madrid (Avida). Además, mientras que los trabajadores que han estado en
contacto con amianto están incluidos en un protocolo público de vigilancia de
la salud, sus esposas no, lo que dificulta y retrasa su diagnóstico.
Puesto que los peores efectos del amianto sobre la salud se
dejan sentir a largo plazo es desde hace unos años cuando el número de casos de
personas afectadas ha aumentado. Según la Comisión Europea ,
de aquí a 2025 medio millón de personas morirán en la UE a causa del mineral, de las
que cerca de 50.000 está previsto que lo hagan en España.
Teresa Borrego también lavó durante años el mono de trabajo de
su marido, que trabajó en la planta de Getafe de Uralita y que falleció a los
56 años por un mesotelioma. "Nosotros qué íbamos a saber, no teníamos ni
idea", cuenta Teresa, que insiste en que desconocían el riesgo que
entrañaba el contacto con el amianto. Cuando su marido comenzó a sentir los
primeros dolores pidió revisiones médicas en la empresa. "Después de cada
revisión siempre decían lo mismo: apto para el servicio", recuerda. Pero
sus dolores insistentes le hicieron acudir a un especialista, al que le bastó
una radiografía para dar el diagnóstico. "Le pedimos a Uralita que nos
diera las pruebas que se había hecho allí porque en el hospital nos dijeron que
las necesitaban para diagnosticar mejor la enfermedad. No querían, tuvimos que
insistir para que nos las dieran", afirma Teresa, que no pudo denunciar en
su momento y que ahora apoya a otras familias que sí lo hacen.
Uralita niega su responsabilidad
"Uralita siempre cumplió la legislación específica en
materia de amianto y de tipo medioambiental. Incluso contribuyó
proactivamente al desarrollo de la legislación sobre amianto según el
conocimiento que se iba teniendo en cada momento. En concreto la normativa del
lavado de ropa en la fábrica no se implantó en España hasta 1982, años después de que
ocurrieran los hechos denunciados", dice la empresa al respecto del caso.
Desde Avida critican que empresas como Uralita sigan manteniendo
fábricas en países donde el amianto no está prohibido, a sabiendas de sus
consecuencias para la salud. "Nos lo quitamos de aquí y se lo mandamos a
los países pobres. Nos llegan fotos de niños desamiantando sin ninguna protección
buques en India o Bangladesh", asegura Juan Carlos Paúl.