Los cambios
bruscos de temperatura y el chorro de aire directo sobre la piel pueden
provocar desde catarros a lumbalgias
El aire acondicionado, ese invento que nos
permite pasar el verano más fresquitos, puede convertirse en un peligro para la salud. Llegar de la
calle a 40 grados y ponernos el aparato a 20 grados o dormir toda la noche con
el chorro directo al cuerpo repercute negativamente en nuestro organismo.
Catarros, tos, faringitis,
rinitis, asma, neumonía, dolores de cabeza, contracturas musculares, lumbalgia y
cervicalgia, son algunas de las patologías que pueden aparecer si abusamos del
aire acondicionado, según advierte el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de
Madrid.
«Es importante que la piel y la musculatura no reciba el chorro directo de aire frío,
dado que nuestro cuerpo reacciona provocando una brusca contracción muscular
que nos puede provocar desde tortícolis hasta parálisis faciales, en los casos
más graves», advierte la institución colegial.
El mecanismo de regulación del
cuerpo en relación a un exceso de calor provoca el sudor de forma natural para
refrigerar y preservar el equilibrio de la temperatura corporal, pero la
posibilidad que proporciona el aire acondicionado hace que el cuerpo no
pueda adaptase al contraste de este ambiente creado artificialmente.
Además, la falta de limpieza de
los filtros del aire acondicionado puede provocar problemas en las vías
respiratorias tales como faringitis, típicos resfriados, infecciones
respiratorias, e incluso problemas gastrointestinales. «Es imprescindible
realizar un buen mantenimiento de los equipos de aire acondicionado para evitar
este tipo de patologías», aconsejan los fisioterapeutas madrileños.
Consejos para evitar dolencias
-Realizar estudios de temperatura
en las distintas estancias de las empresas cada dos años, llevar un buen
mantenimiento de los equipos de aire acondicionado y preservar una temperatura
constante, programando los aparatos entre los 23 y 24 grados,
ya que fuera de esta franja, el aire acondicionado no es confortable y supone
un gasto innecesario.
-Evitar que el chorro del aire incida directamente sobre
nuestra piel y
zonas no cubiertas por la ropa, como la cara, el cuello, el pecho, la zona
abdominal o la lumbar. Si no se puede regular la dirección del difusor de aire,
habría que modificar la posición de la mesa de trabajo si es posible.
-En los vehículos, habría que abrir las ventanas del coche y, una vez iniciada la
marcha, encender el aire acondicionado de manera progresiva cuando se haya
conseguido disminuir la temperatura ambiente dentro del coche.
-Mientras dormimos, también
deberíamos evitar que el chorro de aire incida directamente en nuestro cuerpo.
Lo ideal sería programar el aire acondicionado de la habitación una hora antes de irse a
dormir.
-Si se tiene fatiga a la hora de
conducir, es mejor parar a descansar, estirar los músculos, hidratarse e
incluso dar una cabezada en las áreas de descanso que intentar despejarse
poniendo el aire acondicionado a plena potencia con el difusor dirigido a
nuestra cara.
ABC.ES