Los Sindicatos y el
Mobbing (13)
Este pasado primero de Mayo no
fui capaz de escuchar alguna declaración en los medios de comunicación sobre la Presión
Laboral Tendenciosa (mobbing) a
la que a diario son sometidos los trabajadores y las trabajadoras
de este país.
Se habló,
hablaron los sindicatos de la inestabilidad, de la precariedad
laboral, de la merma de los derechos económicos de los trabajadores pero, no se
hizo un alto en el camino para el mobbing que degrada derechos
fundamentales de la persona del trabajador o la trabajadora como el
derecho a su integridad física y moral, entre otros y que en un día como ese
necesitaba, creo yo una mención a parte.
Ni sindicatos,
ni medios de comunicación (ninguno de ellos es ajeno al problema por
cierto), se hicieron eco de esta lacra con rango de crimen impune de cuya
existencia y de su gravedad a nadie le cabe duda ya, independientemente de su
dificultad probatoria o su falta de legislación específica y tipificación penal
(muy próxima).
En mi humilde
opinión esto es un síntoma nada halagüeño para su erradicación.
El trabajador o trabajadora (indefinidos) que son sometidos a violencia
laboral tienen
que abandonar el puesto de trabajo por la puerta de atrás, perdiendo el
derecho a su indemnización (objetivo
del mobbing) y con un futuro laboral y por lo tanto
económico incierto.
Son, en la
mayoría de los casos, trabajadores y trabajadoras con muchos años en la empresa
(lo que les hace objetivo), y que a una edad madura se ven en
la calle, con lo que
reincorporarse en el mercado laboral no es tarea fácil y, para colmo de
los males, el mobbing no termina con la salida del trabajador de la empresa
pues los hostigadores y quienes ampararon el hostigamiento deberán mantener su
rumorología difamatoria (que ataca a su reputación de buen
profesional) para justificar la autoexclusión de la víctima de la
organización laboral.
La unidad
hace la fuerza es el mensaje de los sindicatos que
poco o nada ha calado entre la clase obrera, que al mismo tiempo ha perdido la
conciencia de pertenencia al grupo de los menos favorecidos frente a una clase
empresarial que desde los años noventa ha incrementado su poder.
Hoy,
desgraciadamente, para cualquier proceso laboral no sobran los testigos entre
los compañeros del trabajador afectado (algo impensable en cuestión de mobbing)
Mil
novecientos noventa y cuatro es el punto de partida de esa disminución ya
incesante, de derechos laborales, de la pérdida en definitiva del
carácter tuitivo del derecho del trabajo.
Fue entonces
cuando se introdujo la temporalidad es decir, inestabilidad y la precariedad en
el trabajo. Hubo protestas sindicales pero lo paradójico es que los
sindicatos también, como cualquier otra empresa, hicieron uso y abuso de este
nuevo instrumento (doy fe como ex trabajadora de una fundación, sindical, en la
que lo corriente eran los contratos temporales).
En el año
2002 el “decretazo” fue otra vuelta de
tuerca con la desaparición de los salarios de tramitación lo que abarata el
despido improcedente. Improcedencia que por otro lado puede
reconocer el propio empresario sin intervención judicial, lo que es una puerta
abierta a pactos entre empresario y trabajador (a éste muchas veces no le queda
más remedio) sospechosamente fraudulentos.
Poder de
organización y dirección y ahora judicial para la clase empresarial y frente a
esto poco le queda que reclamar al trabajador con ese reconocimiento
empresarial. Yo preferiría que siguieran siendo los Jueces quienes
impartieran justicia.
Con el Real
Decreto 45/2002 no se contempla que las entidades Gestoras ante la reiteración
abusiva o fraudulenta de contratos temporales por parte de una misma empresa a un
mismo trabajador pudieran solicitar ante la autoridad judicial la declaración de
la relación individual como indefinida y la readmisión del trabajador (Esto sí
ocurría en el RD 5/2002) por lo que la protección de los trabajadores sufría un
nuevo revés.
En las
V Jornadas que AGACAMT celebró en Ferrol sobre el acoso moral en el trabajo
representantes sindicales presentes entre el público, declaraban tener miedo a
la hora de enfrentarse al empresario porque ellos también eran padres
de familia, ¿acaso mucho de las víctimas no lo son?.
Cuando
escribo este párrafo me viene a la memoria un familiar sindicalista que sufrió las balas de la policía con
intención de muerte y
tuvo que correr entre tejados mal herido en un conflicto laboral allá por
el setenta y dos. Años del franquismo y que tal agresión hoy no tendría
cabida
Eva
Ventín Lorenzo
Despacho
laboralista.