Las víctimas de mobbing (1)
Todos los
expertos que han venido estudiando el mobbing desde Leymann son unánimes al
describir a la víctima como: personas con un alto sentido de la justicia, de la
responsabilidad y su gran capacidad de trabajo, entre otros.
Pero, no es
menos cierto que esas cualidades muchas veces se convierten en sus
puntos débiles: propician ser una víctima y el hostigador lo sabe.
Por ese alto
sentido de la responsabilidad que se traduce en muchos casos en: no dejar el trabajo sin hacer.. manteniéndose al pié del cañón
aún cuando su resistencia sicológica haya desbordado los límites.
Y si hay algo
que perjudica a las víctimas, y desgraciadamente por experiencia propia
lo conozco, es su elevado amor propio, - por mi dignidad, solemos decir, que les obliga o nos obliga a
mantenernos en pie, pese a estar heridos y heridas de muerte en el campo de
batalla.
Cuando la
víctima pide ayuda, cuando se acerca a las asociaciones ya está en
las últimas de su salud mental.
Ha recorrido
un tortuoso y largo camino y lo que es peor, en soledad.
Entonces lo primero que aconsejamos es una baja laboral para su
recuperación y la respuesta es casi siempre la misma:
– No. No quiero que piensen que han ganado ellos.. No les quiero dar esa satisfacción.
Es el amor
propio de la víctima que no admite su derrota.
Resistencia tontorrona,
porque queramos o no, en ese momento cuando hemos recurrido a
la química para curar los estragos sicológicos o los daños físicos a través de
los que somatizamos, es cuando estamos ya derrotados pero, forzamos la
máquina y forzamos una salud de hierro que es solamente una ficción. Y
continuamos aparentando que todo está bien.
La realidad
es que nos estamos desarmando. Estamos agotando todas nuestras
energías vitales, esas que nos harán falta más tarde para conseguir la victoria
delante de un Juez por ejemplo o, para rehacer nuestras vidas personales y
profesionales en el momento en que nos decidamos a dar carpetazo.
Muchas veces,
en el fondo, pensamos que mantenernos en pié a pesar de que perdemos sangre,
mucha sangre por la herida, les estamos dando una lección al hostigador y a suclan. Nada más lejos.
Ellos no
están pensando en nosotros, en nuestra valentía o en nuestra fortaleza síquica.
Ellos están a otra cosa, están preparando su próximo golpe, el que puede
ser el definitivo, el que termine con lo poco que nos queda de salud.
Ocupados en esto no tendrán tiempo para las alabanzas a nuestra gran
dignidad.
Debemos saber
retirarnos a tiempo y pensar que es algo temporal, que será por el tiempo justo
para recuperar la sangre perdida. El tiempo justo para poder ganar
la guerra.
Es
imprescindible eso si, que durante ese tiempo nos pongamos en manos de los
especialistas que nos ayuden a recuperarnos y nos proporcionen técnicas de
afrontamiento para cuando volvamos al centro de trabajo o al infierno que es lo
mismo.
La serenidad
de espíritu es la que nos permitirá dar pasos seguros además de proveernos de
lo necesario para nuestro viaje hacia la justicia.
Es el tiempo
el que da la perspectiva y la perspectiva a su vez, nos permite ver más
allá del problema, es decir, las soluciones posibles y que las decisiones que
tomemos sean las que más se ajusten a la realidad.
Las
heroicidades, en estos casos, las justas. Los héroes para el cómic y los
mártires para la Iglesia.
EVA VENTÍN LORENZO
Despacho laboralista.
Despacho laboralista.