El estrés, las largas
jornadas y, sobre todo, las malas posturas en el puesto de trabajo ayudan a
que, según The Work Foundation, los trastornos músculo-esqueléticos representen
cerca de la mitad (49%) de todas las bajas laborales y el 60% de las
incapacidades permanentes en la Unión Europea.
Cerca de 100 millones de
ciudadanos de la UE
sufren este tipo de dolencias. Y estamos hablando no sólo de importantes dramas
personales –dolores e incapacidades que cada uno de ellos padece- sino también
de los notables costes económicos que suponen para la Unión : cerca de 240 billones
de euros cada año.
Ya en 1995, cuando se
publicó en España la Ley
de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL), se tuvo en cuenta este problema. La LPRL , consciente de que había
que atajar esta grave situación, otorgaba una importancia fundamental a su
desarrollo y aplicación en la empresa, y establecía que en lo sucesivo sería
responsabilidad legal de ésta o del empresario hacer una evaluación del puesto
de trabajo, con el fin de lograr el mejor diseño posible y propiciar la salud
laboral.
Es cierto que la norma
implicaba para los empresarios una serie de gastos procedentes de auditorías,
reformas en oficinas, instalaciones y mobiliario pero, bien aplicada y a la
larga, también supone un ahorro para las compañías en forma de menores bajas
debido a malas posturas, dolencias de espalda y, más concretamente, dolores
lumbares.
Justo por este motivo, los
responsables de RRHH deberían tener el concepto Ergonomía en letras de oro y
enmarcado en sus despachos. Esta disciplina, que en España empezó a ser popular
en aquel lejano 1995, consiste en la adaptación del puesto de trabajo a la
persona y no al revés, sean cuales sean sus características físicas. Y esto no
es una mera frase hecha.
En efecto, todos somos
diferentes: más altos, más bajos, con mayor o menor peso, distinta
configuración morfológica e, incluso, con necesidades dispares sobre la
duración, frecuencia y circunstancias de los tiempos de descanso requeridos.
Todos estos detalles son fundamentales para identificar, por ejemplo, la altura
apropiada de las mesas, el tipo de silla idóneo, los períodos de trabajo y sus
correspondientes descansos, la ubicación de las pantallas de ordenador, de los
teclados y, en consecuencia, el empleo de unos u otros elementos ergonómicos
que ayuden a lograr los objetivos por los que debe luchar todo empresario:
productividad, confort y organización.
En este contexto, los
reposapiés y los respaldos lumbares han demostrado su eficacia a lo largo de
los años en los que se lleva aplicando la LPRL. Estos elementos
ergonómicos evitan tensiones en la espalda y las piernas porque obligan a
adoptar una postura correcta al empleado cuando está sentado. Por otra parte,
también los soportes para monitores los colocan adecuadamente –a la altura
idónea- por lo que las lesiones de cuello descienden claramente.
Ahora bien, a causa del
actual ritmo de vida, que implica una conectividad constante, bien sea de
viaje, esperando un vuelo o un tren, en la cama de un hotel o comiendo a toda
prisa en cualquier restaurante, es frecuente que los empleados móviles acarreen
de cualquier manera su puesto de trabajo y que su salud se resienta debido a
posturas inverosímiles. Según IDC Research, ya en 2008 un 49% de la población
europea trabajaba en estas circunstancias, y este porcentaje no ha dejado de
crecer desde entonces, sobre todo si tomamos en cuenta las posibilidades que
ofrece Internet y el Cloud Computing.
Por ello, es urgente que
revisemos las condiciones en las que nuestros trabajadores móviles están
accediendo a sus dispositivos, y velemos porque cuenten con soportes portátiles
y plegables, que además no sean pesados de transportar y se instalen
rápidamente, para que no caigan en la pereza y eviten su uso.
Por otro lado, las muñecas,
brazos y antebrazos también sufren después de soportar interminables jornadas
de teclas y clics. No en vano, uno de cada treinta europeos padece Síndrome del
Túnel Carpiano debido a la presión ejercida en este tipo de movimientos sobre
el nervio mediano. Por ello, es asimismo fundamental emplear reposamuñecas,
bien sean en forma de alfombrilla para el ratón, bien para el uso del teclado.
Es más, frecuentemente
tampoco reparamos en los movimientos forzados que en algunas oficinas deben
efectuar los trabajadores para alcanzar documentos, acceder a sus CPU,
impresoras u otros equipos electrónicos y que no tienen lugar de ser, sobre
todo porque con los soportes adecuados eliminaríamos riesgos.
Nunca hay que olvidar que
en los últimos tres años un 85% de los españoles ha sufrido una enfermedad
asociada a un puesto de trabajo inadecuado. Y el tiempo medio desperdiciado en
buscar una postura cómoda puede alcanzar la hora y 20 minutos diarios… ¿Todavía
buscamos la famosa falta de productividad por otros cauces?
Si existen en el mercado
soluciones eficaces y poco costosas, de sencilla implantación y buenos
resultados, ¿por qué seguir buscando fórmulas mágicas para ahorrar horas
laborales de aquí y allá? ¿Por qué no implantar estos recursos y evitar así
dramas y dolores innecesarios en los empleados?
Héctor Barak,
Director General de Fellowes