Michael
Phelps, Bill Gates, Walt Disney, Lewis Hamilton... El TDAH puede ser muy
peligroso si no se diagnostica a tiempo, pero si se reconoce y trata puede dar
lugar a grandes talentos
¿Qué pueden
tener en común el nadador Michael Phelps, el piloto de Fórmula 1, Lewis Hamilton o John F. Kennedy? Además de ser conocidos
en la esfera pública, todos tienen una misma característica que no solo ha
servido para construir su personalidad, sino que en gran medida les ha ayudado
a desarrollar su talento y brillar en sus respectivos campos: fueron niños hiperactivos.
El Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad (TDAH) es
una enfermedad que se inicia en edades tempranas y cuyo peor enemigo es el
desconocimiento, ya que se trata de un trastorno invisible, con frecuencia tapado o camuflado por otros problemas
psicológicos o rasgos de la personalidad que dificultan su diagnóstico. Es
precisamente esta invisibilidad la que provoca que un elevado porcentaje de
niños hiperactivos llegue a la edad adulta arrastrando un problema que
desconocen y les puede llevar a tomar el peor de los caminos.
Roberto Álvarez es un hombre
hiperactivo. Lo supo hace poco, cuando a su hijo le detectaron el trastorno en
la adolescencia y conoció que en un elevado porcentaje de casos existe un gran
componente genético. Fue la «oveja negra» de su familia, un niño con etiquetas y de quien se daba por hecho que no
estudiaría ni haría nada a derechas. Hace poco que él y su mujer, María Jesús
Ordóñez, relataron en un libro el calvario vivido con su
hijo, también con TDAH y
a quien un diagnóstico demasiado tardío le llevó a un peregrinaje interminable
por especialistas que no lograban dar con el problema. Tales fueron las
muestras de apoyo y agradecimiento por narrar su historia que la pareja ha
decidido prolongar en el tiempo esta labor divulgativa y esperanzadora con la
que, además de hablar claro sobre esta enfermedad, aseguran que, tras la
detección, es posible llevar una vida normal. Y así lo hacen en su último
libro, «Tú tampoco estás solo» (Ed. Planeta).
«En el caso
de los menores, el TDAH suele asociarse con
problemas escolares, niños traviesos, que no son capaces de
centrarse en nada». María Jesús y Roberto narran en su libro una historia dura
aunque con final feliz. Su hijo está a punto de concluir dos carreras, algo que
jamás se le hubiera pasado por la cabeza antes de los 14 años. Fue gracias a él
como Roberto conoció el verdadero origen de lo que le había
ocurrido años
atrás y que todavía le causaba problemas. «En la mayoría de los casos los
adultos con TDAH descubren este trastorno al conocer el diagnóstico de sus
hijos, pues se trata de una enfermedad de alto componente genético. Parece
ilógico que tengas que tener un hijo para saber si eres hiperactivo, pero hoy
día ocurre muchísimo».
No detectar el TDAH en la infancia
puede derivar, como alertan María Jesús y Roberto, en un temprano abandono escolar, pues se da por hecho que
el adolescente no sirve para estudiar y será más efectiva su
incorporación al mercado de trabajo. «Los niños son excluídos de su entorno por
tener la etiqueta de "no sirvo" y muchas veces buscan otras
alternativas que no son las más acertadas». Precisamente por ello es importante
saber que los problemas más graves derivados de la falta de diagnóstico no se dan a nivel sanitario, sino social:
«elegir un camino equivocado simplemente por no saber lo que te ocurre es algo
que marcará tu vida para siempre: adicciones, accidentes de trabajo,
depresión...».
Cuestión de talento
Como cuenta Roberto, «elegir bien o
mal el camino dependerá básicamente del entorno en el que viva el niño, pues si
sus padres no se conforman con estas etiquetas -como él hizo con su hijo- , es
posible que el menor tenga otras alternativas, como la actividad artística, los
deportes... hay grandísimos potenciales con TDAH que han logrado aprovecharse a
pesar de este trastorno, como Phelps, Lewis Hamilton... Incluso
hoy, en EE.UU., muchos directivos de Silicon Valley contratan a personas con
este tipo de problemas, pues pueden aprovechar en gran medida sus habilidades
para múltiples trabajos».
En datos, el TDAH afecta a un 4% de la población adulta,
la mayoría sin diagnosticar. Según varios estudios que los autores citan en su
libro, los niños hiperactivos que no reciben tratamiento en la infancia suelen
tener un escaso nivel académico, pobres relaciones sociales, una baja
autoestima y trabajos mucho peor remunerados, pues sufren despidos con mayor
frecuencia, no son bien valorados y tienen múltiples accidentes laborales. «En
los peores casos, el no tratamiento y la exclusión pueden derivar en
delincuencia, agresividad y drogadicción».
No solo la genética desencadena el TDAH, sino que se trata de un problema en
el que pueden influir múltiples factores, como el consumo de alcohol, tabaco o
drogas en el embarazo, complicaciones en el parto... pero ¿hay solución? «Nunca
es tarde para casi nada y siempre estamos a tiempo de tomar las riendas de
nuestra vida», apunta Roberto.
En realidad, hablar con esta pareja
marcada por el TDAH y leer su historia te enseña que no hay problema grande si
sabes cómo abordarlo. «Lo más
importante es el conocimiento, una vez que sospechas que
tienes esta dificultad debes acudir a un especialista y, tras el diagnóstico,
empezar a mirar hacia adelante. Además, hay que tomárselo con humor, pues hay
momentos muy duros y la risa es la mejor terapia». A esta familia, el hecho de
que padre e hijo fueran hiperactivos les ha servido para unirse, ser más
cómplices y conocerse. Roberto reconoce, además, que a causa de este trastorno
«invisible» la relación con su hijo estaba deteriorada, algo que el diagnóstico
arregló «de la noche al día».
«Sale más caro no detectarlo»
Si en el caso de los niños el
diagnóstico es harto difícil y lleva a un peregrinaje médico desesperante, en los adultos dar con este problema se hace realmente
complicado. «La detección es mucho más compleja ya que el
TDAH se camufla con otros problemas asociados, como la ansiedad o la
depresión», advierte María Jesús. Lo peor de todo esto es que esta falta de
diagnóstico no se debe precisamente a falta de recursos económicos pues, «no hacen falta grandes medios para detectarlo o hacer pruebas, solo se
necesita conocimiento, formación y divulgación de las graves consecuencias que
esta enfermedad puede generar. Además, sale más caro no detectarlo, pues las
personas con TDAH tienen un gasto sanitario mucho mayor debido a accidentes o
adicciones que precisamente se producen por no saber lo que se tiene».
Sin perder un ápice la esperanza y el
humor, «porque el TDAH tiene solución», María Jesús y Roberto creen que la
alerta sobre el peligro de esta enfermedad es necesaria y justificada. «Cuanto
más tiempo se tarde en diagnosticarla y tratarla los riesgos serán mayores,
pues el niño o el adulto irán acumulando graves problemas. Un niño al que se le aísla y se le etiqueta tiene
un desarrollo diferente al resto, por lo que tendrá más tendencia a caer en
comportamientos poco apropiados como la delincuencia. Es importante que la
gente lo sepa, que esté alerta y busque alternativas. Las "ovejas
negras" tienen solución».