Una de las marcas ha superado el valor permitido de monóxido
de carbono.
De acuerdo a la legislación, las cajetillas de tabaco indican
las concentraciones de nicotina, alquitrán y monóxido de carbono para confirmar
que no superan los niveles permitidos. Sin embargo la cantidad de estas
sustancias no siempre es proporcional a la toxicidad que aportan multitud de
otros compuestos, “por lo que se deberían establecer parámetros más adecuados
para determinar la toxicidad del tabaco”.
Así lo recoge un estudio elaborado por ingenieros químicos de la
Universidad de Alicante y que publica la revista Food and Chemical
Toxicology. Los investigadores han analizado los gases y la materia particulada
–alquitranes– que emiten diez marcas comerciales de cigarrillos rubios: tres
españolas y siete estadounidenses o británicas.
Según el estudio, la proporción de los compuestos detectados en
los gases se mantiene en cada tipo de cajetilla, pero hay algunos que no siguen
esta tendencia, como isopreno, el crotonaldehído y el tolueno, que se
encuentran entre los más carcinogénicos y nocivos.
Algo similar ocurre en el caso de la materia particulada. El
rendimiento individual de estos compuestos se correlaciona con el global para
cada marca, pero algunas sustancias peligrosas, como la hidroquinona y la
cotinina, tampoco se ajustan a este patrón y aparecen más en unas que en otras.
Los resultados también revelan que las marcas que presentan la
menor producción de compuestos gaseosos no coinciden con las que lo hacen para
los alquitranes, y que la que genera mayor cantidad de isopreno, tolueno y
crotonaldehído proporciona una cantidad de alquitrán menor que la media. “No
hay que asumir, por tanto, que un cigarrillo que genere más alquitranes vaya a
ser más tóxico que otro que produzca menos”, apunta Beltrán.
Los investigadores, que declaran en el artículo no tener ningún
conflicto de intereses, han preferido no desvelar los datos que corresponden a
cada marca y las han identificado con las letras de la A a la J. Para realizar
los análisis se aspiraron los cigarrillos en una ‘máquina fumadora’ y se midió
la composición del humo en tres fracciones: una gaseosa, en la que se
identificaron 35 compuestos, y dos de la materia particulada –con 85
compuestos– que queda retenida, respectivamente, en el filtro y en las trampas
de humo con las que se mide “lo que uno fuma”.
Así se ha visto, por ejemplo, que, en los cigarrillos que
contienen más tabaco, es menor la cantidad que se consume en un número fijo de
caladas. Según los científicos, esto se debe a que hay menos oxígeno disponible
por el mayor empaquetamiento.
Respecto a las sustancias reguladas, al comparar con otros
estudios se ha encontrado que el nivel de monóxido de carbono de los
cigarrillos españoles es ‘medio-alto’ respecto al resto, e incluso una de las
marcas (la ‘C’) superaba ligeramente el valor establecido por la legislación
(10 mg/cigarrillo), con 11,1 mg/cigarrillo.
“Hay que tomar este resultado con prudencia y compararlo con lo
de otros laboratorios, porque, aunque hacemos los experimentos con 200
cigarrillos, a veces los datos pueden variar dependiendo del lote de cajetillas
o de las condiciones ambientales”, dice la investigadora, “y en cualquier caso
no consideramos que seamos quienes para denunciarlo”.
Por su parte, el rendimiento de nicotina en las trampas varía de
0,28 a
0,61 mg/cigarrillo, es decir, se puede doblar de una marca a otra, aunque
dentro de los niveles legales. “Realmente la nicotina, aunque es la responsable
de la adición, no es lo más peligro de los cigarrillos”, dice Beltrán. “De los
más de tres mil compuestos que lleva el tabaco hay otros mucho peores, como el
cianuro de hidrógeno, el 1,3-butadieno o algunos de las familias de los
aldehídos, las nitrosaminas y los fenoles”.
Para disminuir las cantidades de los productos tóxicos de los
cigarrillos, los investigadores también han probado y desarrollado varios
catalizadores. Uno de ellos, conocido como Al-MCM-41, reduce un 23% las
emisiones de monóxido de carbono y más de un 40% las de nicotina.
“La
estructura tridimensional de este material –una arcilla con óxidos de silicio y
aluminio– permite la formación de ‘cuevas’ donde quedan retenidos los
compuestos de cadena larga”, dice Beltrán, quien confirma que el sabor del
tabaco apenas se ve afectado y que algunas grandes compañías ya han mostrado
interés por la patente de este nuevo catalizador.
agenciasinc.es