Afecta sensiblemente el desempeño
y la salud física y emocional de los empleados.
Venga
de quien venga, es decir, de jefes, compañeros o subalternos en el trabajo, los
comentarios despectivos, las amenazas personales, la humillación pública y las
tácticas de intimidación hacia un empleado, forman parte de un creciente
fenómeno: el acoso o matoneo laboral.
De
acuerdo con la Asociación Colombiana de Psiquiatría, se estima que alrededor
del 19 por ciento de los trabajadores del país (uno de cada cinco) estarían
siendo víctima de presiones de este tipo. Desde el 2006, año en que se expidió
la ley 1010 para contrarrestarlo, el Ministerio del Trabajo ha abierto 4.849
investigaciones por esta causa. En el primer semestre de este año se
registraron 655, más de la mitad del 2011.
El
médico psiquiatra Mario Danilo Parra, experto en el tema, explica que en la
intimidación laboral cabe todo aquel maltrato lo suficientemente severo como
para comprometer la estabilidad emocional y física de una persona y amenazar su
tranquilidad.“Es una conducta abusiva, consciente, de una persona hacia otra,
que genera incomodidad y hace que el trabajador se sienta avergonzado y
agredido”, dice Parra.
Ese
es el caso de María Juliana, de 36 años, empleada de una entidad pública.
Asegura que no tuvo problemas dentro de la empresa durante el primer año de
trabajo, porque su desempeño siempre ha sido impecable, “pero quedé en
embarazo, y prácticamente desde entonces empecé a ser blanco de comentarios y
tratos despectivos por parte de una funcionaria de la que dependo”, cuenta
ella. María Juliana supo, por ejemplo, que a sus espaldas hacía comentarios
descalificadores (“se empleó en esta empresa solo para embarazarse”), que se
agravaron a medida que se acercaba el nacimiento de su hijo, con la consabida
licencia de maternidad.
“Lo
peor ha sido soportar el descrédito de mi trabajo ante mis compañeros; ha
llegado a compararlo con el de una principiante. No acepta mis razones, a veces
ni siquiera me recibe en su oficina para tratar cosas urgentes, y eso entorpece
mi función. La desazón es terrible, hay días en que no quiero llegar a la
oficina, pero no puedo renunciar”, cuenta ella, quien busca trabajo
desesperadamente.
Aunque
el matoneo no se da solo de directivos hacia empleados, es el más común,
“cuando existe una línea jerárquica el agredido rara vez denuncia y soporta la
situación, por temor a ser despedido”, señala Juan Vicente Conde, expresidente
de la Sociedad Colombiana de Medicina del Trabajo.
Por
el contrario, el matoneo que se da entre compañeros al mismo nivel suele
esconder la intención de superar al otro jerárquica o salarialmente. “En ese
propósito, se minimiza, ridiculiza y pone en evidencia al otro cuando comete un
error o incurre en una falta, así sea menor”, afirma Parra.
No
obstante, este especialista asegura que no hay matoneadores sin personas que se
dejen matonear. “Unos y otros tienen rasgos de personalidad definidos –señala
Parra–. El matoneado tiende a ser dependiente y requiere aprobación y
validación permanentes; el matoneador tiene componentes narcisistas, que lo
llevan a creer que es más importante que los demás. Cuando estas personalidades
se encuentran, tienden a engancharse”.
Vale
anotar que esto afecta la calidad del trabajo y la salud de los agredidos.
Entre ellos son comunes las alteraciones del sueño, la ansiedad, la depresión,
el desánimo y los dolores; algunos incluso llegan a obsesionarse tanto con su
desempeño laboral, que pueden creer que se merecen ese mal trato, por no estar
a la altura de los demás.
No
es para menos. La humillación y la intimidación a veces no son directas; de
hecho, pueden adornarse con palabras para que los insultos se parezcan más a un
consejo maternal que a una agresión.“Aquí caben frases del estilo, ‘mira, ¿no
has pensado en cambiar de trabajo? Te veo cansado, como desgastado... A todos
nos pasa’; se trata de expresiones que, aunque parecen inocentes, en el caso
del matoneo tienen la consciente intención de hacer daño”, puntualiza Conde.
Una ley ampara a las víctimas
Toda empresa debe crear comités para que los
afectados denuncien
Tal
y como lo ordena la ley, toda empresa pública o privada del país está en la
obligación de consolidar los comités de convivencia laboral, conformados por
empleadores y representantes de los trabajadores elegidos por sus compañeros.
Tras recibir las quejas de acoso, y como mediadores de primera instancia, estos
deben adoptar medidas correctivas y preventivas.
Si
el problema persiste, se puede acudir al Ministerio del Trabajo, a través de
los inspectores laborales, en busca de una conciliación, o demandar ante el
juez laboral (los empleados públicos deben acudir a la Procuraduría). Los
trabajadores pueden poner sus quejas y denuncias en las 32 oficinas
territoriales del Ministerio (hay una por cada departamento) y dos adicionales
en Apartadó y Barrancabermeja.