Una treintena de inmigrantes ha llegado hoy a Melilla a bordo de
una patera. Entre los ocupantes había cuatro niños, dos de ellos de corta edad.
Apenas tendrían un par de años y no sabían siquiera andar, pero ellos han sido
la clave para que la patera consiguiera su objetivo de desembarcar en territorio español.
Según la Delegación del
Gobierno, los inmigrantes adultos que viajaban con ellos amenazaron a la Guardia Civil con
tirarlos al mar si los interceptaban para ser entregados a las dos
patrulleras marroquíes que los estaban persiguiendo desde que salieron de las
inmediaciones del puerto de Nador.
La institución asegura que los
subsaharianos hicieron«gestos inequívocos» de estas amenazas. Fuentes policiales precisan que
fueron algunos de los varones adultos los que cogieron a los dos bebés y los sacaron por la borda para dejar
claro a los guardias civiles que los dejarían caer al agua si no los dejaban
seguir navegando hacia la playa melillense para pisar, al fin, suelo español.
Para la Delegación del
Gobierno, este «detalle escabroso y polémico» es a la vez «relevante» para comprender «las circunstancias
que acompañan la extrema presión migratoria actual que vive Melilla». En
definitiva, el drama de la inmigración manejado por las mafias, a las que ha
acusado abiertamente de
utilizar a los menores y a las mujeres embarazadas para seguir haciendo rentable su
negocio de traficar con seres humanos entre Marruecos y España.
Es la primera vez que la
Guardia Civil se encuentra con un chantaje emocional de este tipo en alta mar,
más aún teniendo en cuenta las condiciones en que iba esta patera, que
previamente había desatendido las órdenes de la Gendarmería Real
de Marruecos y el alto de la
Guardia Civil. La embarcación, impulsada por un motor, estaba
sobrecargada con 31 personas a bordo, y sufría un riesgo
evidente de naufragio, lo que hubiera dado lugar seguramente a un «desenlace
lamentable».
Para evitarlo, el Grupo
Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) se limitó a custodiar la patera para
salvaguardar su seguridad hasta que llegó a la orilla de la playa, que en ese
momento, pasadas las once de la mañana, estaba llena de bañistas. Muchos de
ellos, algunos móvil en mano, fueron testigos de cómo los 24 varones que viajaban en la frágil
embarcación azul salieron
corriendo y todos en la misma dirección: la Jefatura Superior
de Policía, donde obtienen su expediente de expulsión como paso previo a su
acogida en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI).
Las tres mujeres que iban en la patera, una de ellas embarazada, y los cuatro niños, se quedaron sentados
en la orilla, donde la Guardia Civil le prestó asistencia humanitaria,
aunque prácticamente fue innecesario porque llegaron en buen estado de salud y
con apetito. Mientras se marchaban hacia el coche-patrulla, mordían de buena
gana un melocotón que alguien les dio en la playa.
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