miércoles, 10 de abril de 2013

SÍNDROME CERVICAL. TENSIONES NO RESUELTAS


El llamado síndrome cervical es un cuadro clínico definido por dolor, rigidez muscular e hipersensibilidad en la región del cuello. Puede acompañarse de espasmo cervical, inestabilidad vasomotora, síntomas vagales que en ocasiones incluyen mareos, cefalea intensa o visión borrosa.
Los factores causales abarcan:


§                     Antecedentes de traumatismo: latigazo cervical en un accidente de tráfico, síndrome cervical postraumático.
§                     Artrosis con destrucción y fenómenos productivos en las articulaciones intervertebrales de la región cervical.
§                     Osteoartritis degenerativa con participación subcondral.
§                     Degeneraciones discales con o sin herniación.
§                     Sobrecargas y esfuerzos repetitivos.
§                     Contracturas musculares por tensión.
§                     Mantenimiento de posturas fijas durante periodos prolongados.

No parece existir predominio por sexos, y el trastorno puede presentarse a cualquier edad, aunque afecta preferentemente a personas y trabajadores mayores de 40 o 45 años, edad a partir de la cual son más comunes los procesos degenerativos. Son frecuentes las mialgias y neuralgias referidas a la nuca, los chasquidos, la limitación dolorosa de la movilidad cervical, e incluso los episodios de vértigo de carácter rotatorio desencadenados por los movimientos del cuello.


La combinación de una mala gestión ergonómica del puesto de trabajo y del estrés, con las consecuentes tensiones que se generan, es la que con mayor frecuencia origina la presentación de los síntomas. El cuadro en ocasiones no cede o lo hace de manera muy limitada, al consumo de antiinflamatorios, analgésicos o miorrelajantes. A menudo impide el reposo, lo que dificulta y retrasa la recuperación. El diagnóstico es fundamentalmente clínico. Las imágenes radiológicas de la región cervical muestran las alteraciones degenerativas vertebrales o discales existentes, pero no son decisivas desde el punto de vista diagnóstico, ni proporcionales a la intensidad de los síntomas.


En cuanto al tratamiento, como en tantos casos la fisioterapia es la mejor elección terapéutica. El tratamiento rehabilitador con diatermia e infrarrojos contribuye a la analgesia, así como la fibrolisis diacutánea y la punción seca. La hidroterapia es de primera elección cuando predomina la limitación de la movilidad. La asociación de vasodilatadores y antiinflamatorios contribuye al alivio del dolor en las fases agudas. Es muy aconsejable combinar los ejercicios cervicales suaves con la práctica de la natación ejercida de forma moderada. A pesar de los esfuerzos terapéuticos, algunos de los síntomas pueden persistir durante años, como se ha observado hasta en un 15-20% de los casos.