Las condiciones laborales de la
población, en general, y de los jóvenes, en particular, dependen de la eficacia
del sistema educativo. La probabilidad de que un joven acceda a un empleo
estable y adecuadamente remunerado depende, en buena medida, de la educación
recibida. Aunque la formación no protege absolutamente del desempleo, sí es
determinante a la hora de recuperarlo porque las estadísticas revelan sin duda
alguna que a mayor formación, mayor acceso al empleo desde del paro.
Más del 38% de la población española entre 20 y 24 años tan sólo
posee educación primaria o secundaria inferior, frente al 23,4% en la Unión Europea. En
cuanto a los estudios secundarios de segundo ciclo, principalmente de formación
profesional, los poseen algo más del 40% de los menores de 25 años en España
frente al 61% en la
Unión Europea. Estas insuficiencias formativas estructurales
no se deben sólo al modelo educativo -si es que ha habido alguna vez un modelo
educativo en España-, sino también al incremento del abandono escolar durante
los últimos años, una circunstancia exactamente opuesta a lo que durante esos
mismos años ha venido ocurriendo en los países de la Unión Europea.
Abandonar el sistema educativo antes de completar la
enseñanza secundaria superior dificulta la transición al empleo y conlleva repercusiones negativas y
persistentes sobre la carrera laboral de los jóvenes, no sólo porque carecen de
los conocimientos considerados básicos para acceder al mercado de trabajo, sino
también por su menor propensión a participar en acciones formativas a lo largo
de su vida laboral. Está acreditado que la demanda de formación es mayor entre
quienes cuentan con mejor formación inicial.
España mejora en nivel educativo
Ahora bien, lo que se acaba de decir no impide afirmar, simultáneamente,
que España ha experimentado una mejora del nivel educativo en las últimas
generaciones. Sin embargo, el aumento de la formación ha estado orientado hacia
la educación universitaria, lo que ha provocado un desajuste entre la oferta y
la demanda de trabajo que condiciona la evolución del desempleo juvenil.
El peso de los titulados universitarios en la población entre 25 y
34 años alcanza el 39%, cinco puntos más que la media europea. Ese alto
porcentaje de titulados universitarios, frente a la insuficiencia formativa en
niveles medios y de formación profesional, sugiere que hay un amplio desajuste
entre la demanda de trabajo cualificado y la oferta. Por tanto, los titulados
universitarios experimentan tasas de desempleo elevadas con incidencia muy significativa
del subempleo, ya que el porcentaje de universitarios españoles empleados en
ocupaciones que requieren una titulación menor es superior al 30%, el
porcentaje más elevado de Europa. Y supera el 40% en la población entre 25 y 29
años.
Resulta, por tanto, necesario establecer pasarelas entre el mundo
educativo y el mercado laboral. Para ello, sería necesario implicar a las
organizaciones empresariales y sindicales en el diseño de la oferta formativa
que parece estar desvinculada del mundo real, probablemente influida y diseñada
por profesionales que no han tenido en cuenta el valor instrumental de la
formación como preparación para el empleo.
Muchos recorridos docentes parecen círculos completos de ciencia o
de cultura. Incluso pueden ser la mejor forma para alcanzar el conocimiento. No
se duda de ello, por supuesto. Pero si toda esa ciencia, cultura y conocimiento
no están orientados al empleo, conectados con las necesidades de la economía,
si no se vinculan con la práctica laboral, con la verdad sociológica del país, los jóvenes pueden estar siendo
formados en el vacío -incluso muy formados- pero sin encaje en la vida laboral.
Juan Carlos Arce, profesor de Derecho del
Trabajo y Seguridad Social (UAM).