De los 5,75 millones de desempleados
en España, un millón tienen más de 50 años.
La cola del paro también peina canas. O
cabellos teñidos. De los 5,75 millones de desempleados en España, un millón
tienen más de 50 años. Para ellos, la fecha de nacimiento es una losa añadida,
una cuestión de calendario que se convierte en una barrera prácticamente
insalvable para encontrar un trabajo. "A mi edad...": el estribillo
se tararea cada vez más mientras la canción del paro suena con fuerza
creciente. Y eso sin que el Gobierno haya cumplido aún una de las
recomendaciones impuestas por la UE
el pasado julio: apuntalar una estrategia de empleo para los mayores con
medidas concretas.
Lejos
queda la época en la que el despido de los veteranos se vestía a menudo de
prejubilación, una fórmula con relativa aceptación social e ingresos asegurados
hasta el retiro oficial. "Las había a los 53 años", recuerda Carlos
Prieto, profesor de Sociología Industrial en la Universidad Complutense.
E incluso a los 50. Pero ahora, cuando 708.100 personas de más de 50 años están
prejubiladas, según la
Encuesta de Población Activa, "esta vía se ha
limitado". Y siempre entraña una merma de derechos.
Con
la salida más o menos dulce del mercado laboral estrechada y el desempleo
atizando sin bálsamos, la edad de jubilación se retrasa y aumentan los años que
se deben cotizar. Así las cosas, perder el empleo por encima de los 50 años es
más que un quebradero de cabeza a corto plazo por la desaparición del sueldo y
la práctica imposibilidad de encontrar otro trabajo igual, o siquiera otro
peor. También lo es a largo. ¿Sin trabajo hoy, y sin jubilación mañana?, se
preguntan algunos como Javier Moreno en el frío amanecer ante una oficina de
empleo madrileña. "No te cogen en ningún lado y no es solo carecer de
trabajo, también es qué va a pasar con la pensión. Cada vez hay que cotizar más
tiempo, pero cada vez es más difícil poder llegar a la edad de jubilación, para
mí los 67 años, teniendo empleo", reflexiona este padre de familia de 50
años y parado desde hace tres meses.
"Aunque
se habla más del paro juvenil, en esta crisis la situación de los mayores es
muy grave. Ya lo era antes, porque la expectativa de encontrar empleo a partir
de los 50 años era muy limitada, pero ahora es prácticamente nula",
observa Prieto. Remarca que entre los dos colectivos hay grandes diferencias.
"Los datos revelan que los jóvenes acaban logrando una situación laboral
estable al cabo de 10 años. Los mayores, no", puntualiza. Unos tienen el
futuro por delante y otros, por detrás.
"Los
mayores de 50 con contrato indefinido no han sido las principales víctimas de
la crisis hasta ahora", matiza Miguel Ángel Malo, profesor de Economía de la Universidad de
Salamanca. "Si se miran los despedidos con contrato indefinido, se ve que
la antigüedad media es de cuatro o cinco años. Para los hombres nacidos entre
1951 y 1958, la tasa de empleo es altísima, del 81%", añade. "Pero su
gran problema es que es difícilísimo encontrar un nuevo empleo, por lo que
pasan a la inactividad".
Cuando
el trabajo escasea para todos, muy pocos parecen dispuestos a dar una
oportunidad a las cabezas canosas, en gran medida por culpa de los tópicos,
según Prieto. "Tiene mucho que ver con algún estereotipo, como el que une
la fuerza física al trabajo". Hay tópicos, sí, pero también una percepción
unánime: "Se ve a los mayores como más caros que los jóvenes",
detalla Carlos Obeso, profesor de Recursos Humanos de la escuela de negocios
ESADE. Habla a la luz de una encuesta que acaba de realizar entre casi un
centenar de responsables de personal. Por su parte, la patronal CEOE,
consultada por este periódico, declinó hacer cualquier comentario sobre la
postura de las empresas ante la contratación de parados mayores.
El
coste, o su percepción, "es el elemento más determinante", según
Obeso. Coloca muchas veces a los veteranos en la fila de los abaratados
despidos y, al tiempo, dificulta la empleabilidad posterior de estas personas,
si es que logran que les llamen para una entrevista de trabajo. Para lograr la
cita hay quienes han optado por omitir la edad, como Miguel Martínez. "En
mi sector sí hay trabajo, pero las empresas se echan para atrás porque solo me
faltan cinco años para jubilarme, y eso que no pongo la edad en los currículos
para que al menos me vean. ¡Y no tomo sintrón ni estoy hecho polvo!",
asegura este chapista de 59 años que lleva dos meses en paro. "Si no fuera
por la edad, estaría trabajando", dice con convicción al salir de la
oficina de empleo del barrio de San Blas, en Madrid. "Ni para repartir
propaganda me cogen porque tengo 57 años", lamenta en el mismo lugar
Esther García. Ha trabajado "de todo", en cuidados, hostelería,
limpieza. "Es terrible que la edad sea un inconveniente. Deben de querer
que nos muramos", plantea esta mujer a la que el paro le ha arrebatado
también la casa.
Además
del coste, está la rentabilidad. "También juegan elementos como la
consideración de que los trabajadores mayores no son rentables porque cobran
más de lo que producen. Sin embargo, esto depende de las profesiones y de la
gestión correcta del personal. Lo correcto sería adecuar el puesto a las
personas", prosigue Obeso. Destaca que las percepciones que muestran los
responsables de personal entrevistados a menudo se corresponden con clichés,
"como la pérdida de competencias físicas e intelectuales o el mayor
absentismo". "Hay una cultura muy extendida basada en los tópicos
sobre los trabajadores mayores", asegura este experto en recuros humanos.
Añade un elemento más que aún no ha estudiado, la posible menor motivación
laboral de los empleados mayores, y otro "más sutil" que también
juega: los mayores reivindican más sus derechos. En cambio, las empresas
valoran la fiabilidad, conocimiento y buenas relaciones con los clientes de sus
trabajadores mayores, según la encuesta. Pero la mayoría prefiere contratar a
jóvenes.
El
profesor Malo añade otro factor: el nivel de estudios de los veteranos,
"más bajo que el de los jóvenes". En cuanto a la experiencia, de poco
les sirve "porque la mayoría procede de actividades en declive".
"A todo eso hay que añadirle la escasez de políticas activas para
reorientar laboralmente a los mayores. Necesitan ayuda para reconvertirse, y no
la hay".
En
el Ministerio de Empleo apuestan por "reforzar lo que ya existe". Es
decir, mejorar la formación de los empleados y evitar los despidos de los
mayores de 50. Es su respuesta a la demanda de Bruselas. Además, las
bonificaciones a las compañías por contratar a mayores de 45 años han sufrido
un gran tajo desde el pasado verano: más límites a los contratos bonificados
para los mayores y fin de la ayuda para el mantenimiento de estos empleados en
sus puestos.
La
losa de la edad elevada entraña muchas pérdidas, más allá de las económicas.
"La crisis cuestiona buena parte de las dinámicas, sobre todo en el caso
de los hombres, socializados en torno a la importancia del trabajo. Dejan de
ser la figura central del hogar en muchos casos y viven muy mal esa transición,
que crea terribles tensiones. Hay muchas vidas rotas", añade. "Para
las mujeres también es grave, pero es distinto, porque nunca dejaron de
identificarse con el hogar. Se reenganchan a él y además tienen mucha más
iniciativa para recomponer su vida al margen del trabajo y socializan
más", añade.
"El
desempleo tiene un efecto devastador. Con la pérdida del trabajo se pierde una
parte importante de la identidad personal, la de la participación en la
sociedad", explica José Luis Linaza, catedrático de Psicología Evolutiva
de la Universidad
Autónoma de Madrid (UAM). En el caso de las personas mayores,
la gravedad se acentúa por la falta de expectativas. "Es un panorama
tremendo con una carencia gravísima: la falta de horizonte. Sin él no queda más
que morirse, y no es lo mismo eso a los 90 años que a los 50. Esa falta de
perspectivas lleva a la desesperación en algunos casos. Es una bomba de
relojería para quien lo sufre y para los demás. No es humano", concluye el
psicólogo. "Hay que pensar en ellos, cambiar las prioridades de nuestras
políticas. No podemos dar por bueno que los mayores no encuentren empleo",
plantea Malo. Porque, además, en la envejecida España, los mayores serán cada
vez más numerosos.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/19/actualidad/1358615632_477502.html