RAFAEL MARTÍ / CORRESPONSAL EN QUITO
Tras
ser reelegido con un margen histórico, Correa anima a España a invertir en
Ecuador, pero defiende el «derecho de los Estados a nacionalizar en un momento
dado»
Rafael Correa Delgado, de 49 años, fue reelegido el
pasado domingo con una mayoría histórica de votos en Ecuador. Detestado en la
misma medida en que es amado por muchos, este economista ha logrado situar a
Ecuador en el escenario mundial, al tiempo que ha levantado el recelo de
sectores como el de la prensa no gubernamental en su país. Recibe a ABC en un
día ajetreado de trabajo, en un despacho en el que varias imágenes de la Virgen María y del
Che Guevara comparten espacio en las paredes.
-¿Después
de la reelección del domingo, cómo se siente al ser el presidente al que el
pueblo le ha otorgado el mayor poder en la historia de Ecuador?
-Sinceramente, abrumado.
Es una responsabilidad enorme esa confianza del pueblo ecuatoriano. Ojalá
estemos a la altura de sus expectativas. Vamos a poner todo de nuestra parte
como siempre lo hemos hecho, pero obviamente se necesita también suerte y se
necesitan también correctas decisiones. Que Dios nos ayude. El pueblo
ecuatoriano quiere que profundicemos en la revolución, quiere cambiar la patria
definitivamente y vamos a hacer lo posible.
-En
los últimos seis años, hay cifras que hablan muy bien de Ecuador, del
desarrollo que ha tenido: más de 100 hospitales construidos, más de 500
remodelados, más de 9.000
kilómetros de carreteras entre las nuevas y las
arregladas… ¿Qué es lo que más destacaría entre los logros?
-Lo que no se ve, el
cambio de actitud en la gente. La gente había perdido la esperanza, porque éste
era un país destrozado. Ustedes son, en parte, testigos de aquello. Los
centenares de miles de ecuatorianos que tuvieron que emigrar a España cuando
Ecuador no era un país de gran emigración. En 10 años habíamos tenido 7
presidentes; tres gobiernos consecutivos antes del nuestro habían sido
derrocados por haber traicionado a nuestro pueblo.
-¿A qué se refiere cuando dice que en los próximos años
quiere hacer «irreversible» la revolución ciudadana y las relaciones de poder?
¿Cómo pretende llevar a cabo ese proyecto?
-Uno de los grandes
enigmas del desarrollo es por qué América Latina sigue en la pobreza, a pesar
de sus grandes recursos naturales. Parte de la respuesta está en la clase de
élites que dominaron nuestra América. Las burguesías excluyentes acapararon los
frutos del progreso, no los distribuyeron para que mejore el resto. Los
utilizaron para diferenciarse, para establecer barrios exclusivos; colegios
exclusivos, que no necesariamente dan mejor educación, pero les permiten los
contactos para casarse entre ellos y seguirnos dominando…
-¿Promoverá una reforma constitucional para consolidar la
«revolución ciudadana»?
-Tenemos una Constitución
bastante buena, de vanguardia, a nivel planetario y a nivel de historia de la
humanidad pero, como todo, es perfectible: habrá que hacer algunos ajustes,
pero muy puntuales, en cosas más bien técnicas.
-Dentro
de esa reforma constitucional, y aunque usted ha reiterado varias veces que no
se presentará en 2017, ¿cabría una reforma que permita la reelección de un
candidato?
-El sistema es muy
coherente: una sola reelección para cualquier cargo de elección popular. Yo no
veo por qué hay que cambiar este sistema, que es bastante conveniente y
coherente.
-¿Por
qué ha decidido retirarse en 2017? ¿En que se basa su decisión?
-Por dos razones. Primero,
porque estos seis años y los cuatro años adicionales para los que me ha elegido
el pueblo ecuatoriano han sido y serán bastante duros para la familia.Segundo,
porque mi presencia en el país es tan fuerte que tal vez perturbaría a las
nuevas generaciones que van a dirigir al país. Prefiero retirarme y dejar
florecer nuevos cuadros que sé que lo van a hacer mucho mejor.
-En
relación al liderazgo en la región, usted ha dicho que todos son necesarios
pero, si Latinoamérica le necesita para liderar el espíritu del socialismo del
siglo XXI, ¿estará ahí?
-Lo he repetido una y mil
veces: todos somos necesarios y ninguno es imprescindible. Ni Rafael Correa, ni
Hugo Chávez, ni Evo Morales. Creo que hablo por ellos, donde la historia, la
patria chica, la patria grande, nos exijan servirles. Estos son proyectos que
rebasan a cualquier persona, así que yo seguiré trabajando por mi país y por la Patria Grande desde
donde me encuentre. Pero en principio, me retiraré de la vida pública.
-¿Cómo
calificaría usted las relaciones con el Gobierno español actual?
-Muy buenas y cordiales.
-Pero es cierto que ha habido algunas polémicas como,
por ejemplo, la lucha por el tema de las hipotecas.
-Lo que pasa es que se
están viendo afectados decenas de miles de ciudadanos y no nos podemos quedar
con los brazos cruzados. Respetamos muchísimo, como no podía ser de otra
manera, la soberanía de España, al Gobierno del presidente Rajoy. Pese a
nuestras diferencias ideológicas tenemos un gran contacto y una gran
comunicación. Pero creemos que lo que está pasando es inadmisible: es la
supremacía total del capital sobre los seres humanos. Vea los desahucios, es un
horror. Teníamosla misma ley teníamos en Ecuador, y la cambiamos. La deuda
debería extinguirse y allá no la extinguen, sino que ahora una casa vale la
cuarta parte de su valor y todavía se siguen debiendo las otras tres cuartas
partes. Eso es criminal, es un atentado a los derechos humanos.
-¿Pueden
estar tranquilas las empresas españolas en Ecuador?
-Por supuesto. Aquí
tenemos reglas muy claras, políticas macroeconómicas también muy claras y una
estabilidad impresionante.Pueden estar tranquilas, pero cuidado, yo sí defiendo
el derecho de los Estados de que, en un momento dado y con la justa
compensación, puedan nacionalizar una empresa en función del bien común. En
principio no vemos necesidad, en el corto plazo, de tomar dichas medidas con
ninguna empresa ni nacional ni internacional. Las reglas del juego están muy
claras. Creo que, de hecho, a las inversiones españolas les va muy bien en el país,
demasiado bien como a Movistar y Telefónica, y en buena hora por ellos. Creo
que continuaremos así.
-Por
la crisis en España, muchas compañías se están externalizando ¿A qué sectores
llamaría a invertir a las empresas españolas?
-Me duele mucho la crisis
española y europea, pero de esa crisis se presentan oportunidades para América
Latina y las estamos buscando y aprovechando. Así que, bienvenidas las empresas
españolas que quieran invertir. Las constructoras españolas pueden venir a
invertir en Ecuador, por ejemplo. Tenemos que ir ya a la siguiente etapa: se ha
hecho un gran trabajo en cuanto a vialidad pero todavía no hay una sola
supercarretera, que España tiene hace 50 años, Europa, en general. Esas son
grandes inversiones para nosotros.
-¿Por
qué cree que es necesaria una nueva ley de prensa?
-Porque aquí tenemos una
de las peores prensas del mundo, que no tiene nada que ver con la prensa
española, aunque también hay grandes reparos con la prensa española. Porque en
lugar de informar se ponen a hacer política, sin asumir esas responsabilidades
políticas. Manipulan, desinforman… Yo considero que una prensa verdaderamente
libre e independiente es fundamental para la democracia, pero una prensa mala
es mortal para una democracia. Y para evitar los abusos de esa prensa se
necesita el control social, a través de leyes.